Análisis de No Straight Roads - PS4

Estamos ante el primer lanzamiento de Metronomik, un nuevo estudio independiente fundado por Wan Hazmer (principal diseñador de Final Fantasy XV) y Daim Dziauddin (artista de Street Fighter V). Desde su anuncio, No Straight Roads se vio muy prometedor, no sólo por su más que llamativa estética (ninguna sorpresa conociendo a los tanques que la dirigen), sino también por el hecho de que la aventura gira en torno a la música. Yo soy totalmente fan de los juegos musicales, por lo que al ver un título de plataformas y acción en 3D que se involucra directamente con lo que oímos, claramente me emocioné. Aunque esa pasión, debo admitir, se me desmoronó un poco.

Todo comienza cuando Mayday y Zuke, los protagonistas y únicos miembros de la banda de rock Bunk Bed Junction, participan de un concurso organizado por NSR, una corporación que le brinda energía a la ciudad de Vinil City a través de sus músicos. Sólo unos pocos conjuntos tienen el honor de tener su propio distrito en esta urbe y mantenerla iluminada a través de su talento. Pero acá hay un claro problema, y es la discriminación de géneros musicales. Ubicándose en un mundo futurista y plagado de electrónica, parece ser que el viejo y querido rock ya pasó de moda, y por eso Mayday y Zuke son bochados por el jurado a pesar de su espectacular presentación... y eso les despierta un deseo enorme de revolución. La trama no es ninguna locura, pero sus personajes tienen bastante carisma y el juego cuenta con bastantes escenas y buen sentido del humor, además de poder disfrutarse de forma cooperativa.

Esta competencia, en la que no se ve más que el escenario y el sombrío jurado, es también el tutorial del juego. Hay dos cosas que quiero tildar en cuanto a esto. La primera es que me sorprendí al ver que teníamos un control de acción total sobre los personajes, cuando yo creía que se trataba de un título de ritmo. Estaba bastante errado, y de hecho los mismos creadores aclararon que no buscaban hacer una aventura de "presionar botones en el momento justo", sino una en la cual la música sea parte del desafío. Y acá viene la segunda cuestión a comentar, y es que los enemigos van a realizar sus ataques en determinado pulso del beat. Por ejemplo, hay unos robots que saltan y al caer nos pueden dañar con su onda expansiva... y ésta va a crearse siempre en el mismo momento del compás; ah, paréntesis, estos robots aparecen en todo el juego jajaja.

Teniendo esto en cuenta, podríamos creer que los oponentes van a ser muy predecibles y fáciles de esquivar, ya que de sólo aprender su patrón rítmico ya sabríamos cuando avanzar. Ah, pero imagínense cuando el escenario esté lleno de adversarios, todos atacando en distintos tiempos. Ahí la propuesta se deja ver mejor... o bueno, eso pensaba. En verdad hay que admitir que mientras más caos hay en pantalla, menos se nota esta coordinación orquestal que tanto parecía ser la frutilla del juego. Y creo yo que en parte se debe a que todo gira en torno a la banda sonora, menos nosotros. ¿Cuánto nos puede afectar en el gameplay tanta sincro en el ambiente, si nosotros nos movemos y atacamos libremente? No Straight Roads es lo opuesto a otros juegos de género similar, aunque la idea no parece brillar del todo.

Nuestros personajes van a ir obteniendo una serie de mejoras mientras más fans sumen. Hay dos habilidades especiales a utilizar con los gatillos del mando, las cuales se ven limitadas por una barra. Lamentablemente son bastante inútiles. Es que sí, no lo aclaré hasta ahora pero el sistema de combate es algo básico; puede verse camuflado en principio por todo el aspecto musical, pero en definitiva te das cuenta de que pegás con un botón y disparás proyectiles de apuntado automático con otro. En fin, para sumar fans existen dos maneras: sumar un buen puntaje en cada nivel o ayudar a restaurar la ciudad.

Pasear por las calles de Vinil City no es una experiencia que te vuele la peluca, pero es súper agradable. Acá sí se nota mucho la mano de sus creadores, ya que el diseño de este pequeño mundo es muy bonito y envolvente. A medida que superemos escenarios y derrotemos a los bosses, vamos a desbloquear nuevos distritos. De todas formas, vale aclarar que no es una ciudad al mejor estilo RPG, donde uno imaginaría encontrar misiones, tiendas, etc. 

Eso si, hay personajes con los que dialogar (con dibujos espectaculares). Lo primordial en este lugar es buscar los coleccionables y a su vez utilizarlos para volver a encender algunos elementos, lo cual nos va a sumar seguidores. Hecho esto, podremos volver a la guarida para levelear. Ah, allí también vamos a descubrir info sobre la próxima misión, podremos personalizar las habilidades e incluso participar de un programa de radio.

El aspecto sonoro no podía ser menos que grandioso. Hay muchas canciones bastante pegadizas, e incluso algunos momentos particulares del juego vienen con su tema y la rompen. Acá hubo todo un reto para los compositores, ya que tuvieron que pensar en ritmos que vayan de menor a mayor, que entonen con cada uno de los bosses y que además sean divertidos. Y lo lograron muy bien. No puedo dejar de mencionar el doblaje al "español". Y esas comillas fueron a propósito, porque en el universo de No Straight Roads hay personajes de diferentes regiones, por lo que vamos a escuchar diferentes acentos. Al principio es muy raro y hasta gracioso, pero una vez captás la onda que propone el juego se va normalizando.

No Straight Roads es un juego con mucho estilo e identidad, y una banda sonora espectacular. Tiene más de una idea original, pero en la ejecución sale perdiendo. Esa prometida mezcla de gran gameplay con música no resultó lo que esperaba. Eso sí, a pesar de los problemas, logra enganchar hasta el final gracias a sus diseños y personajes.

· Personajes carismáticos y con buen sentido del humor.

· La estética y diseño de todo el juego, algo que claramente no podía fallar.

· La música y sonido son espectaculares.

· La coordinación orquestal se ve un poco empañada cuando hay mucho caos en pantalla.

· El sistema de combate es algo básico.

· Las habilidades especiales.